Adicta al uso de ciertas redes sociales, entiendo a mi alrededor a defensores y detractores, al igual que a meros usuarios que se dejan llevar por la corriente.
Por un lado los defensores defienden el uso de estas tecnologías como forma de comunicación y de interacción social, de forma inmediata e interactiva. Supone un recurso rápido y barato para cuestiones laborales y de ocio.
Por el otro los detractores advierten la barbarie que supone pasarse el día mirando una pantalla en lugar de interactuar con el medio físico real. Además de otras cuestiones como el egocentrismo consentido del fenómeno «selfie» y la grtuitidad con la que regalamos nuestra intimidad en forma de post, tuits, imágenes, etc.
Ambas realidades, tan ciertas como aparentemente incompatibles, resultan las dos caras de una misma moneda. Y ambas son realmente tan importantes y compatibles que no creo que realmente supongan una dualidad. Mi reflexión versa sobre el cómo y no el qué.
No son las redes sociales en sí el problema, como no lo es nada en esta vida. (No es el alcohol, es cúanto alcohol tomamos o de qué forma accedemos a él). De la misma manera el uso de redes sociales se mide en términos de cantidad, contenido, intensidad, frecuencia y usos. Delimitar qué consideramos excesivo o suficiente es una cuestión de criterio y sentido común, poco extendido comúnmente, y adquirir ese criterio a través de la práctica sería el objetivo.
Personalmente me he valido de estas redes para captar clientes y contactos profesionales, compartir información de interés, crear y difundir eventos, adquirir recursos profesionales. Esto en el ámbito profesional. En el personal he compartido mis experiencias y viajes, actividades con mis amistades, he contactado con personas de muy lejos y he retomado viejas amistades. Comparto en parte quién soy y descubro qué hay de la vida de otros a los que aprecio. Las redes sociales son un todo.
Sin embargo me he topado con otras situaciones que ensucian este buen hacer en la red. Como quién usa estos medios para cotillear o malear. Las redes sociales no son un fin en sí mismo, sino un medio, y es por esto que debemos adquirir este sentido crítico del que hablaba. Pues quién es intolerante o pernicioso lo es en cualquier medio. Cuidado con qué compartimos pues nunca sabremos quién puede estar mirando (Sobretodo en temas tan delicados como menores de edad).
Hace poco descubrí que las mujeres dedican una escandalosa media de cinco horas semanales en hacer fotos de sí mismas. (En esta estadística hay que contar con las ancianas, niñas, personas sin movil, y otras que no dedican esta ridicula cifra a ellas mismas, por lo que hay muuuuchas de ellas que le dedican bastante más) Excesivo en cualquier caso. ¿Dedicamos tanto tiempo a nuestra propia imagen en RRSS?Da que pensar.
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